El título de este mensaje es por demás elocuente y fuerte lo suficiente como para que hasta la persona más desavisada, entienda que la fé puede cambiar cualquier historia de vida, por más terrible que esta haya sido.
En el libro de Josué, en el capítulo 2, consta el relato de que Josué envía secretamente a dos espías a reconocer la tierra y a Jericó.
Estos hombres fueron y entraron estratégicamente a la casa de una mujer, de mala fama, cuyo nombre era Rahab y que tenía su casa sobre el muro de Jericó y, posaron ahí.
El Espíritu Santo se detiene a dar detalles de este episodio, porque la que como muchas hoy, era considerada la escoria de la sociedad, fue perdonada e hizo una declaración poderosa:
Entiendan la actitud de fé, para nada pasiva de esta mujer leyendo Josué 2:10-13 Porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra
Rahab reconoció al Dios de Israel, como Dios todopoderoso y creyó en la palabra de sus siervos. Qué combinación tremenda, creyó en el Dios todopoderoso y creyó en la palabra de sus siervos, palabra esta, que era una verdadera locura.
Todo el que esté dentro de la casa con el cordón de grana, no morirá.
Rahab no tenía ninguna garantía de que alguien cumpliría la palabra empeñada, apenas creyó y obedeció. Josué 6:22-25 registra la salvación de Rahab y su casa.
Hebreos 11:30-31 registra la salvación de Rahab motivada por su actitud de fé.
Santiago 2:25 dice que Rahab fue justificada por sus obras.
Hay centenas de otros casos registrados en las escrituras pero nos enfocamos en Rahab, mujer rechazada, menospreciada, marcada por la gente de su época porque es un ejemplo muy especial de personas que han ejercido la fé para salvación.
Por medio de la fé en el Dios de Israel, no sólo salvó su vida y la de su casa de la destrucción que vendría sobre la ciudad, sino que ella misma recibió una nueva identidad en Dios y luego, es contada entre el pueblo de Israel.
Mateo capítulo 1 nos relata la genealogía de Jesucristo, quienes fueron sus antepasados; en el versículo 5, aparece Rahab, la misma, aquella que antes había ejercido la prostitución, pero que por la fé, tuvo su vida cambiada por el poder de Dios.